UN POCO DE HISTORIA !!!
DESCUBRIMIENTO DE LOS ERITROCITOS
Una vez que Marcello Malpighi
(1628–1694) encontró la comunicación microscópica entre los vasos arteriales y
venosos a través de los capilares, quedó claro que la sangre no se regeneraba
constantemente a partir del hígado como pensaba Galeno dieciséis siglos antes,
sino que el contenido del sistema vascular se mantenía constante en volumen
gracias al movimiento del corazón. Ya conocido el aspecto iatromecánico de la
circulación, el interés se orientó a descifrar la composición del líquido
hemático y durante los años que siguieron a la invención del microscopio,
varios observadores encontraron partículas diminutas en la sangre. El propio
Malpighi abordó su análisis lavando algunos coágulos encontrados en el corazón.
En el líquido rojo que obtiene, observa una miríada de átomos rojos. Sin duda,
es una de las primeras descripciones de los eritrocitos. En una carta a
Giovanni Alfonso Borelli (1608–1679) escrita en 1661 y publicada en 1687,
Malpighi menciona: "... por
sangre, yo no entiendo el agregado de los cuatro humores comunes: las dos
bilis, sangre y flema, sino todo lo que fluye continuamente a través de las
venas y arterias, que consiste de un infinito número de partículas. Todas
parecen estar comprendidas en dos partes, la parte blanquecina, llamada suero,
y la parte roja"? Malpighi
también observó los eritrocitos en los vasos del erizo, valiéndose de
excelentes microscopios construidos por el astrónomo y óptico Eustachio Divini.4 En Holanda, tanto Antonio van
Leeuwenhoek (1632–1723) como Jan Swammerdam (1637–1680), describieron
partículas al estudiar gotas de sangre y las llamaron glóbulos rubiscentes, aunque este último dudó que
realmente estuvieran en el interior de los vasos. Leeuwenhoek5 dio a conocer sus observaciones sobre
las partículas de la sangre en 1674 en la publicación de la Real Sociedad de
Londres Transacciones
Filosóficas. En Suiza,
Albrecht von Haller (1708–1777) describió su forma lenticular, y Lázaro
Spallanzani (1729–1799), en Italia, diferenció a los vertebrados de los
invertebrados por la presencia de los glóbulos rojos. El propio von Haller
observó otros glóbulos más grandes, incoloros, que pudieron haber sido los
leucocitos.6 El
estudio de los átomos rojos llevó a Domenico Gusmano Maria Galeazzi (1686–1775)
al descubrimiento del hierro en la sangre, al demostrar la abundancia de
partículas metálicas extraídas por un imán desde las cenizas de sangre. La
ubicación del hierro en los eritrocitos y no en el suero o en los coágulos
lavados se debe a Vincenzo Menghini (1704–1759). Así, dentro de la escuela de
Malpighi establecida en Bolonia, la sangre deja de ser un humor para
convertirse en una mezcla de suero, fibrina y partículas rojas que contienen
hierro.
DESCUBRIMIENTO DE LOS LEUCOCITOS
En el siglo XVIII varios
autores mencionaron partículas diferentes a los glóbulos rojos, que pudieron
haber sido leucocitos. En 1749 Jean Baptiste Senac (1693–1770), nacido en
Lombez, Francia, mencionó los corpúsculos pálidos en su Tratado de la Estructura del
Corazón, de su Acción y de sus Enfermedades,8 pero no dio interpretación a sus
observaciones. En Inglaterra, William Hewson (1739–1774) también encontró los vasos lácteos linfáticos descritos por Aselli.
Los observó en pájaros, reptiles y peces y mencionó que no contenían glóbulos
rojos, sino corpúsculos
pálidos.9 Seguramente
eran leucocitos. Como en la sangre éstos eran menos numerosos que los glóbulos
rojos, se olvidaron prácticamente durante más de un siglo.
Los microscopios del siglo
XVIII y principios del siglo XIX tenían el problema de la aberración cromática,
que distorsionaba la imagen e impedía observar partículas más pequeñas. A
partir de 1820 se resolvieron los obstáculos que impedían tener el máximo
provecho del microscopio compuesto. Cuellar menciona que los ingleses habían
obtenido la técnica de elaborar lentes objetivos acromáticos y que guardaron
celosamente el secreto durante muchos años.10 En 1830, Joseph Jackson Lister, padre
del que sería el gran cirujano que desarrolló la antisepsia, logró reducir la
distorsión esférica y la orla de color que rodeaba a las imágenes. También en
Francia, Alemania e Italia se fabricaron numerosos microscopios compuestos de
tipo acromático. El resultado fue una explosión en la investigación
microscópica entre 1830 y 1848, con lo que se desarrolló y confirmó el
conocimiento sobre la estructura del organismo animal.11
Durante la primera mitad del
siglo XIX aparecieron en París dos obras dedicadas a las células de la sangre:Ensayos
de Hematología Patológica, de
Gabriel Andral (1797–1876), en 1843;12 y el Curso
de Microscopía, de Alfred
Doné (1801–1878), en 1844.13 La
obra de Andral es la primera monografía escrita sobre hematología y en ella se
pone especial atención a los procedimientos microscópicos y al contenido de
glóbulos en la sangre. A mediados del siglo XIX, William Addison (1802–1881),14 médico de la Duquesa de Kent, así como
otros observadores, encontraron células
incoloras o blancas también en el pus y se pensaba que
venían desde la sangre. Un hecho que acrecentó el interés por estas células fue
la descripción de la leucemia, hecha en forma casi simultánea por D. Craigie y
John Bennett (1812–1875), en Edimburgo; y Rudolf Virchow (1821–1902), en
Berlín. Cada uno de ellos describió un caso de autopsia, que reunían
sorprendentes similitudes. Ambos investigadores reportaron esplenomegalia y
cambios en el color y consistencia de la sangre. Bennett pensó que se trataba
de pus en la sangre, condición conocida en esa época como piohemia. Su publicación apareció en octubre
de 1847 y precedió a la de Virchow por seis semanas. Sin embargo, Virchow dio
otra interpretación a los mismos cambios. Recordó que la sangre normal contenía
los mismos corpúsculos pálidos observados en el pus de individuos
con infección, y eran iguales a los encontrados en la sangre de su paciente. La
única diferencia era que la proporción de corpúsculos
pigmentados (eritrocitos) y corpúsculos pálidos (leucocitos) estaba invertida en
este caso, en el que no encontró infección. Por ello, rehusó llamarle piohemia y le llamó simplemente sangre blanca. Dos años después, el término se
acuñó con etimología griega y surgió como leucemia.
DESCUBRIMIENTO DE LAS PLAQUETAS
Además de describir los
glóbulos rojos, Leeuwenhoek también mencionó otras partículas más pequeñas, de
1/6 del tamaño de los eritrocitos, que se adherían una a la otra, pero no les
prestó mayor atención ni les asignó algún nombre. Pudieron haber sido plaquetas
o contaminación con bacterias o partículas de polvo. George Gulliver
(1804–1882), médico inglés nacido en Oxfordshire, publicó en 1841 que había
observado en la sangre "esférulas
diminutas de aproximadamente 1/10,000 de pulgada". Pensó que eran precursores de la
fibrina. Mencionó que en la sangre existen, además de los glóbulos rojos y
blancos, los gérmenes de la fibrina, y en una
ilustración representa a las plaquetas. En un escrito posterior titulado "Sobre la estructura de la
membrana fibrinosa o falsos exudados" menciona
que "las moléculas
diminutas y las células pálidas (leucocitos) que flotan en el líquido sanguíneo
se encuentran incluidas entre las delicadas fibrillas que componen los
coágulos".
William Addison también
mencionó a las plaquetas en 1842:
"observé que el líquido hemático
contiene un gran número de moléculas o gránulos extremadamente diminutos, que
varían en tamaño; las más grandes miden de 8 a 10 veces menos que los
corpúsculos pálidos y existen en gran abundancia. Al examinarlas observé que se
inicia la coagulación de la fibrina; varios filamentos o fibras extremadamente
delicadas y perfectamente cilindricas cruzan el campo del microscopio;
gradualmente se incrementan en número, hacen intersección una con otra en
varios puntos y forman una malla en la que quedan atrapadas tanto las moléculas
como los corpúsculos pálidos. Numerosas moléculas se encuentran situadas, a
intervalos, a lo largo del curso de los filamentos, formando nódulos sobre
ellos".
En Alemania, Friederich Arnold
(1803–1890), en su libro "Handbuch der Anatomie des Menschen", de
1845, ilustró plaquetas, a las que llamó gránulos
elementales. Gustav
Zimmermann, en 1846, las llamó cuerpos
elementales yMax Schultze (1825–1874), en 1862, las describió con el nombre
de pequeños elementos. En 1873, en Francia, Edme Felix
Alfred Vulpian (1826–1887) escribió que estos cuerpos incoloros de la sangre se
adhieren al vidrio formando agregados y Louis Antoine Ranvier (1835–1922),
nacido en Lyon, observó que durante la coagulación aparece una materia fibrosa
con granulaciones de características morfológicas y tintoriales diferentes a
las de los eritrocitos y leucocitos. En 1886, en Alemania, Karl Eberth
(1835–1926) y su asistente Curt Schimmelbusch observaron que la alteración y
estasis del flujo sanguíneo en los vasos van seguidas por el depósito de las
plaquetas en la pared formando un trombo
rojo, fenómeno al que Ebert
denominó metamorfosis viscosa de las plaquetas.
El reconocimiento de las
plaquetas como una tercera partícula en la sangre se debe a los trabajos de
Giulio Bizzozero (1846–1901), de Várese, Italia, y George Hayem (1841–1935).19 Este último, nacido en París, comunicó
que "en la sangre de
todos los vertebrados existen unos pequeños elementos que no son ni los
glóbulos rojos ni los glóbulos blancos" y
los llamó hematoblastos, porque pensó que eran precursores
de los eritrocitos. Describió cómo se agregan y cambian de forma y su
interacción con la fibrina cuando la sangre es removida. Reconoció que detienen
la hemorragia y les atribuyó una doble función:
"acelerar la coagulación y
jugar un papel en la regeneración de la sangre".
TOMADO DE: IZAGUIRRE-AVILA, Raúl y DE MICHELI, Alfredo. Evolución del conocimiento sobre la sangre y su movimiento: Parte II. El saber sobre su composición. Iatroquímica de la sangre. Rev. invest. clín. [online]. 2005, vol.57, n.1 [citado 2013-06-02], pp. 85-97 . Disponible en: . ISSN 0034-8376.
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